domingo, 9 de noviembre de 2008

Contando Historias III


Erase una vez la historia de un par de adolescentes cuasi vecinos y llenos de sueños. Ambos no llegaban a los 19 y en un abrir y cerrar de ojos conocieron el amor juntos. El renacer, el vivir, el sentir la piel del otro y conocer el amor siendo sólo unos niños.


Ella se hizo mujer en sus brazos y exploró el mundo de su mano. El se hizo hombre tocando más que su alma y compartiendo sus metas. La vida los llevo por un camino lleno de flores y espinas como el que siempre todos debemos recorrer. Era todo ideal, con los padres que siempre cada uno soñó tener e incluso con la vida que cada uno decidió vivir.


Bajo la lluvia mojaban sus ilusiones, en los autobuses planificaban su futuro e incluso se prometían hasta la luna al ritmo de “Bailar Pegados” de Sergio Dalma.
No hubo capricho que él no cumpliera. No hubo dulce de fresa que no buscara hasta el fin del mundo para complacer a su niña. No existía día que ambos no besaran sus bocas y prometieran y prometieran amarse por siempre.


Tal vez se conocieron muy pronto, quizás la vida los puso a prueba y no la pasaron. Conocer a veces el amor pronto es el reto más grande la juventud. Si lo dejas pasar capaz que más nunca lo llegas a tener. Quién sabe?


El caso es que durante largos ocho años de la mano recorrieron dentro de su burbuja decenas de lugares tanto en la realidad como el ficción. El se convirtió en el hombre que dibujó en su mente sería y ella se realizo tal y como lo había jurado.


Hoy caminan es cierto en rumbo diferentes, pero lo que si es cierto es que el amor verdadero nunca se olvida, evoluciona si, tiene otro rostro también, pero siempre está allí.


Mi sugerencia a ese montón de almas enamoradas desde jóvenes es que no crean que por vivir más y conocer mucho dejaran de ser mejores. A veces debemos estar conscientes que los regalos que nos ponen en el camino son para tomarlos porque no vuelven otra vez.


Y aunque el tiempo de Dios es perfecto y lo que pasa es porque así ha de ser, también es verdad que la mente siempre se va con nosotros al igual que los fantásticos recuerdos.


Hoy día es cierto que no cambiaría un solo día de mi calendario porque todo lo que he vivido hace la mujer que soy hoy día, pero lo que también es cierto es que “Mork y Mindy” vivirán y perdurarán en la mente de quienes los vieron crecer, enamorarse y dejarse ir.


I do!

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