domingo, 26 de octubre de 2008

Contando Historias...


Los años no pasan en vano. La verdad que mientras más años vamos cumpliendo entendemos en qué consiste vivir y dejar vivir. En muchos casos nos pasamos la vida tratando de buscar respuestas y resulta que las tenemos en nuestros ojos y no las entendemos.


Saben que hoy debo decir que estoy feliz por muchos que mañana empezaran un montón de cosas. Seguramente a alguien le nace hijo, una muchacha pasó sus materias y podrá realizar su sueño profesional, un padre verá a un hijo llegar de viaje y otros conocerán a la madre de sus hermanas luego de un poco más de treinta años.


Qué alegría maravillosa y que soledad tan concurrida, lo que implica tener que aprender qué es la vida. Hoy escribo esto y seguramente ni lo entiendo, pero juego a que aprendí la lección.


Yo sólo sé que la felicidad no tiene precio y una juega muchas veces a querer pagar por ella lo que no tiene.


Me alegro de verdad por todos ustedes que cuando se despierten al igual que yo verán el sol divino o la lluvia, las plantas de su casa, los árboles de la calle, y pare usted de contar.


Celebro a todo ese montón de gente que se ha encargado de escribir su propia historia. De hecho me emociona pensar que en cualquier parte del mundo está escribiendo un poema algún poeta tonto y loco.


Que bueno entender que la alegría de un niño no se paga con ninguna clase de moneda y que felicidad poder decir cada minuto mamá. Mami, mom, mother, mi reina, como sea que le llames, es demasiado grande poder tener un ser que te guíe, oriente, regañe y mime.


Que estupendo poseer un soñador, un papá, un señor con cara de gruñón maravilloso que sea más dulce que el azúcar y tan blandito como la gelatina de fresa.


Qué regalo hermoso la familia y todos sus integrantes. Qué don tan grande poder reír, llorar, cantar, celebrar, discutir y soñar con los tuyos.


Con esos que no elegiste, pero que Dios te dio para que de la mano de ellos aprendieras una lección y enseñaras a otras personas tus vivencias.


Saben que me han enseñado mis años de autoexilio que la verdad es que lo de uno siempre será lo de uno: el cuarto verde, las estrellas del cuarto de mi hermana, mi cubrecamas favorito, el balcón del Unep, y todos esos vestidos y pantalones que no cabían en las maletas.


“Era uno feliz y no lo sabia”, pero qué maravilloso saberlo como dicen por allí para trabajar con base en eso. Para ser feliz en el presente, recordando que siempre hemos sido feliz de distinta manera.
Qué éxito!

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