viernes, 4 de enero de 2013

Viajando en una bicicleta...

Cada vez que llego a mi clase de spinning me voy de viaje virtual, por llamarlo de alguna manera. Un viaje que dura sesenta minutos y en cual me puedo ir a lugares que nunca antes he ido. He visitado espacios de mi misma que en ningún otro momento me doy chance de escudriñar. Me pongo los zapatos apropiados, me engancho en los pedales , preparo la bicicleta, me miro al espejo y allí voy al ritmo de la música enprendiendo una aventura de la mano de mis canciones favoritas. Acompañada de Adele, Rihana, Juan Luis Guerra, One Directions, Cee Lo Green, Jlo, Enrique Iglesias y todos aquellos que incluya el teacher ese día, me subo en un viaje imaginario en el cual empiezo a pensar y pensar en todo aquello a lo que no dejo entrar a diario, visualizo situaciones, me rio sola y observo en el espejo frente a mi lo que hay debajo de mis ojos. Analizo, reflexiono y pongo incluso las cosas en orden como si se tratara de la mejor de las agendas y todo con lo que más debemos cuidar: el cerebra, ese lugar que es mejor que cualquier computadora y a veces debemos darle una buena limpieza. Es como si en ese instante mientras subo y bajo en mi bici estática y escalo montañas y paseo por rutas delimitadas en un espacio imaginario por el instructor de turno, mi cabeza vuela y vuela sin parar al son del merengue, pop, salsa y todo lo que suene. Mis monólogos internos y hasta mis diálogos conmigo misma no se detienen. Cuando sudo y caliento mis músculos tengo pensamientos tan profundos que hasta yo me sorprendo de las cosas en esa pequeña línea que hay entre lo real y lo imaginario. EL caso es que mientras a lo lejos escucho a la gente reírse o quejarse por el esfuerzo de poner resistencia en sus bicicletas mientras pedalean, mi cabeza piensa en todas esas cosas que forman parte de mi inventario. Un inventario lleno de la parte profesional, de la parte familiar, de mi rol de madre, de lo que espero de la vida y en realidad se termina convirtiéndo en una mezcla de todas esas cosas que una mujer piensa en solitario. El caso es que lo que más me gusta de mis clases de spinning son esos momentos de encuentro con mis laberintos de donde salen todas seas locuras curdas que me hacen ser la Carolina Sandoval que ustedes conocen. De hecho les confieso que no soporto cuando los instructores de mis distintas clases de spinning hablan tanto porque la verdad me sacan de mis viajes astrales como yo les llamo. Por lo pronto los dejo y sigo viajando en mi bicicleta.

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